No existe, bajo mi modo de ver, un intérprete de la Obra, la
Obra no tiene intérpretes. Los interpretes siempre existieron para
obstaculizarle al Ser Humano su independencia, y bogaron al mismo tiempo por su
propia exaltación.
Si la Obra tiene intérpretes, que sigan jugando ellos a ser
titiriteros, pero que los que desean conocerse no se coloquen por debajo de su
criterio. La Obra nos enseña a pensar por nosotros mismos, a equivocarnos por
nosotros mismos, a dudar por nosotros mismos y a inquirir cuando es necesario.
Mantener el interrogante en pie ante una duda es un acto de confianza en uno mismo,
y dejarlo caer en el olvido cuando un intérprete lo resuelve por uno, es dejar
para después el conocimiento íntimo que esa pregunta pueda darnos.
La Obra es como cualquier otro libro; es un mapa. Puede ser mejor o peor, pero no dejara de ser un mapa. Hoy en día ese mapa no se ve, solo se adora el adorno del mapa, los dibujos que él tiene, las imágenes que presenta. Y es por eso, que la gran mayoría recita versos de ese mapa creyendo entender lo que dice, creyendo que está diciendo algo cuando no está diciendo nada. Es como un acto hipnótico, de repetición, que tranquiliza a la mente cuando se realiza.
La Obra no es un cassette el cual yo pueda poner para
olvidarme de mi vida, porque la reflexión no puede provenir sino desde el
dolor. El dolor es el único acicate que despierta al alma y generalmente a la Obra
se la escucha o lee para olvidarse del dolor.
Esto es un gran error de criterio, las enseñanzas existen
tanto en la Obra como en cualquier libro, para aceptar mi lado negativo y para
sufrir mi karma con vigor, no para seguir escapándome de mi mismo y esto es
algo que sucede frecuentemente. Todos nuestros actos son escapes psicológicos para
no ver el monstruo que tenemos dentro. Todas nuestras actividades, nuestros
gustos, nuestro tiempo invertido no está más que colocado allí, para el olvido
de quienes somos en realidad.
¿De qué me sirve que alguien lea la Obra por mí? ¿De qué me
sirve que alguien la interprete por mí?¿Para qué necesito yo a un intérprete?
Todas estas preguntas deberían hacerse en el ámbito de los
que leen la Obra, pero no se hacen porque fastidia reconocer que se están yendo
por un camino equivocado.
Por otro lado, los Maestros a los cuales aluden, a los
cuales mencionan para sus meditaciones no pueden estar de acuerdo con que se
los nombre continuamente. A ellos no les interesa en los mas mínimo ser
llamados, ni quieren hacerse cargo de nuestras debilidades. La fuerza no debe
provenir desde otro lado que no sea desde nuestro interior. El mencionar continuamente
a los Maestros es una forma de creer que otro nos puede ayudar en nuestra
miserable vida. La vida seguirá siendo miserable con Maestro o sin Maestro, el
mundo seguirá siendo injusto con o sin Maestro, las villas seguirán siendo
villas y las grandes ciudades no dejaran de serlo porque aclamemos al cielo. La
vida no cambiará por más que estemos todo el día rezándoles a ellos.
¿Por qué entonces esta continua y perseverante alusión a los
Maestros? ¿Y por qué creemos que ellos deberían sentirse atraídos hacia este
mundo de perversión?
Por más que los llamemos, ellos seguirán trabajando en lo
suyo, no dejaran su labor para irse a una meditación grupal de lectores de la
Obra que reclamen su presencia.
Tal vez esto suene chocante, y seguramente lo será para
aquel que asista a una meditación conjunta en donde se invoca a los Maestros,
pero no hay otra forma de decirlo, no existe otro idioma, el idioma es este.
Para aquel que lo quiera entender, bárbaro, para quien quiera persistir en la
misma actitud que lo haga; no ira al infierno por hacerlo, ni encadenara a
otras almas a un sufrimiento eterno, pero no avanzará un paso a su propia liberación,
seguirá en este mundo de ilusión y no develará lo que realmente es su ser
interno.
Si de motivos hay que hablar, el de la Obra es sencillo, y
por tal , es complicado de aplicar. La sencillez radica en tomar lo que nos
sirve y rechazar lo que no nos sirve. Pero lo que se hace es que se toma a la Obra,
se la abraza y se la adora. Se genera un apego, una especie de simbiosis, en
donde toda verdad debe ser antes comparada con la Obra, toda noticia que
recibamos, cualquier comentario, cualquier información debe pasar primeramente
por el matiz de la Obra.
Hacer eso es simplemente, una estupidez. El matiz debe ser
nuestro criterio, jamás debe ser lo que dice un libro, ¿Quién nos dijo que los
libros dicen la verdad? La verdad no está en los libros, en ninguno, solo está
en nuestro corazón cuando se une a la mente. Pero para realizar eso uno debe
trabajar sobre su criterio, no es así nomas, para creer en uno, uno debe perfeccionarse
continuamente, uno debe INVESTIGAR
aquello que le interese.
Actualmente esa investigación brilla por su ausencia. Las
cosas que nos interesan son las que el sistema dice que nos tienen que
interesar. Si nos interesa una mariposa o el vuelo de un pájaro, tenemos que
tomarlo como una trivialidad, porque el sistema está muy apurado en investigar
lo que él cree necesario. Pero lo que el sistema cree necesario no tiene porqué
ser lo que yo crea necesario.
Aquí esta entonces un tema delicado, que es el jugarse por
lo que uno siente. Para jugarse por lo que uno siente hay que tener “agallas”
uno no puede pretender confiar en su criterio si se vende a la menor propuesta,
si confía en lo que el otro dice, si le otorga su “criterio de autoridad” a
otro que cree saber.
Lamentablemente, los grupos de estudio, los grupos de ayuda,
los grupos de lo que sea, pueden brindar un pequeño empujón, pero el mayor
esfuerzo está a nivel individual.
Otra de las cuestiones que entorpecen ese discernimiento es
la “esperanza”. La esperanza puede verse en muchas actitudes de la gente. Hay
esperanza a curarse, esperanza a encontrar la persona amada, esperanza a ser
alguien algún día, en fin existe eso de la esperanza y no es sino una gran
traba para la comprensión de lo que soy.
La Obra les brinda a muchos una “esperanza”, la esperanza de
una fraternidad, la esperanza de la existencia de los Maestros, la esperanza de
ser felices, etc… Pero toda esperanza es esclavitud, toda esperanza es una postergación
de la visual que debo tener hoy de lo que es este mundo oscuro.
El observar, el acto de “ver”, no puede ser desfigurado con
ninguna esperanza, por ninguna emocionalidad. La mente al ver, no puede ser
interferida por eso si realmente lo que quiere es ver la verdad.
Si la Obra está actualmente tendiendo a que la gente se
coloque unos anteojitos de colores, con el color de Bohindra, el color de Abel,
el color de Jhasua, es simplemente porque ha perdido su rumbo y su dirección.
Volver a retomar el rumbo no es tarea fácil y no sé hasta qué punto pueda
lograrse o no, en todo caso sería más probable que todo se derrumbe, si no
llega a haber una corriente de seres que mantengan el canal crístico con
firmeza.