Amigos míos: hace algún tiempo que vengo escuchando en distintas circunstancias, la manifestación de un deseo, en almas que me están ligadas por vínculos hondos y fuertes, que deben perdurar por largo tiempo.
"Danos parte Maestro, en ese Reino tuyo que nos anuncias" —dice la voz en ese deseo íntimo, que a veces sube del corazón a los labios y se traduce en palabras. A tales insinuaciones responderé esta tarde.
"El Reino de Dios pide vencimientos y exige violencias, y tan sólo los que se los hacen, podrán conquistarlo".
Y como no puedo ser yo, quien os de parte en él, sino que sois vosotros, quienes debéis conquistar la participación en sus dominios, quiero que comprendáis de qué vencimientos y de qué violencias os hablo.
"Violencia se hace, el que retuerce su propio corazón para acallar su voz, que le reclama las manifestaciones exteriores de una afección humana, hondamente sentida, cuando ella lesiona los afectos, el honor y la vida de un semejante".
"Violencia se hace, el que habiendo recibido injuria y agravio en su honra y en todo cuanto le es querido, es capaz de estrechar sereno la mano de su detractor".
"Vencimiento y violencia, son los de aquel que renuncia generosamente a ciertos deseos y anhelos propios de todo corazón de hombre, pero entorpecedores de sus destinos como espíritu afiliado por una alianza, a los honores de una misión determinada".
"El Reino de Dios sólo puede ser comprendido en toda su belleza, por aquellos a quienes desciende la Luz de la Divina Sabiduría, mediante el esfuerzo perseverante del espíritu por merecer esa Luz".
"La Luz Divina ilumina a los puros de corazón y a los humildes".
"Los mensajeros de esa Luz, son los Mesías conductores de humanidades, forjadores de mundos, auxiliares de la Energía Creadora en su constante y eterna gestación".
"Mirad hasta qué punto van errados, aquellos que afirman que los Mesías están impedidos por su propia elevación espiritual, de acercarse a los mundos cuya evolución les fuera encomendada".
"Las leyes inmutables del Universo, tienen en los Mesías sus fieles y sumisos cumplidores, y por lo mismo, es una grave falta de lógica y hasta de sentido común promulgar como axioma inconmovible, la imposibilidad del acercamiento de los espíritus de luz, a las esferas que prohíjan".
"La Ley Eterna de Amor Universal, que es la base de oro y diamante en que descansa todo cuanto existe en los mundos adelantados, y en los mundos embrionarios, es la que designa los seres, los lugares y el tiempo, en que las corrientes astrales, etéreas y espirituales deben combinarse, para formar ondas, o círculos, o bóvedas psíquicas determinadas y aptas, a las diversas manifestaciones de los Mesías en los mundos que aceptaron como una heredad, para cultivar hasta su completo perfeccionamiento".
"La ignorancia, el fanatismo y la malicia humanas, se unen siempre para negar lo que es innegable, dando lugar a que se cumpla el profundo axioma aceptado por las antiguas Escuelas de Divina Sabiduría: "La Suprema Inteligencia niega su luz a los soberbios y la da con abundancia a los humildes".
"Por eso os he dicho, que para conquistar el Reino de Dios, el alma ha de levantar en sí misma, un edificio espiritual basado en el sólido cimiento de la aceptación amplia, generosa y sincera de la Verdad, venga de donde venga, y aunque ella sea espada de dos filos que lastime nuestro corazón de carne, tan tristemente apegado al egoísmo de lo tuyo y lo mío".
"¡Oh! ¡Cuándo olvidarán los hombres esas inarmónicas palabras que ponen en relieve al exterior, las insaciables fauces del egoísmo feroz que arrastra humanidades al caos, que destruye pueblos, que devora vidas, que aniquila afectos, y detiene el paso triunfante del amor universal!"
"Tuyo y mío", palabras de división, palabras de guerra, de antagonismo, de enemistades y de odio, ya se las aplique a las ideas religiosas, a las actividades intelectuales, o a los bienes temporales".
"Por eso las más elevadas inteligencias compenetradas de la Verdad Eterna, son esencialmente armónicas, desinteresadas y su bondad y tolerancia corren parejas con su claro conocimiento de Dios y de los hombres".
"Todo bien, lo atribuyen al Supremo y Eterno Invisible, todo mal, al egoísmo y debilidades humanas".
"Esas grandes inteligencias conquistaron el Reino de Dios, del cual queréis participar, porque abdicaron de todos los egoísmos, de todas las ambiciones. Para ellas dejó de existir "lo tuyo y lo mío", y sólo vivió el soberano amor fraterno, que sabe olvidarse de sí mismo en beneficio de los demás".
"Y estos principios son aplicados a las colectividades, donde florece la fraternidad, dulce y suave como caricia materna sobre la humanidad, porque ellos iluminan el camino de las inteligencias hacia la Luz Increada, hacia el Eterno Amor, hacia la Suprema Inteligencia, por la cual alientan, viven, y son los mundos, los seres y las cosas".
"Y si de verdad aspiráis a la conquista del Reino de Dios que os anuncio, comenzad por desterrar de vosotros la ambición y el egoísmo, que obstruyen los caminos de la justicia, de la felicidad y del amor".
"¡Pobres humanidades que habitáis los mundos carnales devorados por el egoísmo!"
"Conquistasteis sin esfuerzo y sin gloria, los reinos vegetal, animal y humano, pero no conquistaréis sin esfuerzo y sin gloria el Reino de Dios, al cual llegaron los espíritus puros o Mesías, como llegaréis vosotros más tarde o más temprano por derecho de conquista. ¡Porque el Reino de Dios exige vencimientos y violencias, y tan sólo el que los hace llegará hasta él!"
"Si en verdad queréis participar del Reino de Dios, lejos arrojad de vosotros el orgullo con todos sus derivados: el deseo de poder y de dominio, la ostentación y la vanagloria, el afán de imponer la propia voluntad, como un yugo sobre la mente y la conciencia de los seres, todo lo cual os convierte en voraces aves negras y fatídicas, que pueblan de terror y de espanto, el viejo castillo en ruinas de la humanidad inconsciente y aletargada".
"Que mis palabras tengan el poder de levantar el velo de tinieblas que oculta a vuestra inteligencia, la grandeza divina del Reino de Dios, para que se despierte vivo en vosotros, el anhelo de poseerlo y conquistarlo por toda la eternidad".
Arpas Eternas Tomo III
El Reino de Dios.