[O.C.A Tomo III. Cap. El
Velo Blanco]
—Mi Reina, mi dulce Reina —le dijo— todo mi afán en estas dos
últimas etapas de vida terrestre que has vivido a mi lado, ha consistido en
cubrir para ti con pétalos de rosas blancas las miserias humanas, porque en lo
más hondo de mi propio yo, me parece escuchar una voz que me dice que me
fuiste dada como una caricia del Infinito, como una cadencia, como un perfume,
como resplandor de un suave amanecer, para que me fueras tierno recordatorio de
la Bondad, de la Belleza, del Amor Eterno e Infinito del cual somos una chispa
todos los seres de la creación.
Soy yo el domador de fieras y tú eres la alondra que le arrulla en
su agitado sueño. Soy yo el picapedrero que a golpes de pico abre caminos en
medio de la montaña, y eres tú la abejita silenciosa que labora la miel para
mojar con ella mis labios sedientos y resecos. Soy yo el luchador que pone el
pecho frente a las flechas de los enemigos, y tú el agua fresca que cura mis
heridas y apaga mi sed. Sigue siendo alondra, abejita y agua fresca y pura, que
por hoy, la Eterna Ley no te exige nada más.
Preguntabas en tus quejas, qué es la humanidad que todo lo enloda, lo pisotea y lo maltrata, que nada comprende, que de las cosas bellas y grandes hace surgir inmundicias y locuras y vértigo.
¡Mi Reina!. . . Si tú entras en una leprosería ¿qué ves? ¿qué
oyes? ¿qué sientes? Llagas infectas, gritos horribles, olores insoportables.
Estamos en un mundo de enfermos, de lisiados, de contrahechos morales y
espirituales, con el agravante que se creen perfectamente sanos y gozando de la
plenitud de todas sus facultades, juzgándonos a quienes vemos y palpamos su
gravísimo estado moral, como desequilibrados, como seres anormales, que vivimos
de la quimera y del ensueño.
Nosotros somos la minoría, ellos nos centuplican en número: su pesada irradiación, sus groseras emanaciones fluídicas las horribles vibraciones de sus bajos y malignos pensamientos nos causan torturas, enfermedades y casi nos ahogan por asfixia. Pero si hemos querido sumarnos a la legión de los seguidores del Hombre-Luz., del Hombre-Amor, del Hombre-Maestro y Médico de almas, por fuerza de ley hemos de soportar las tinieblas, la ingratitud, la ignorancia y la enfermedad de los moradores de esta leprosería y casa correccional que no otra cosa es el planeta Tierra en su actual estado de evolución.