sábado, 7 de septiembre de 2013

ENSEÑANZA DE BOHINDRA A LA REINA ADA SOBRE QUÉ ES LA HUMANIDAD

 [O.C.A Tomo III. Cap. El Velo Blanco]




—Mi Reina, mi dulce Reina —le dijo— todo mi afán en estas dos últimas etapas de vida terrestre que has vivido a mi lado, ha consistido en cubrir para ti con pétalos de rosas blancas las miserias humanas, porque en lo más hondo de mi propio yo, me parece escuchar una voz que me dice que me fuiste dada como una caricia del Infinito, como una cadencia, como un perfume, como resplandor de un suave amanecer, para que me fueras tierno recordatorio de la Bondad, de la Belleza, del Amor Eterno e Infinito del cual somos una chispa todos los seres de la creación.
Soy yo el domador de fieras y tú eres la alondra que le arrulla en su agitado sueño. Soy yo el picapedrero que a golpes de pico abre caminos en medio de la montaña, y eres tú la abejita silenciosa que labora la miel para mojar con ella mis labios sedientos y resecos. Soy yo el luchador que pone el pecho frente a las flechas de los enemigos, y tú el agua fresca que cura mis heridas y apaga mi sed. Sigue siendo alondra, abejita y agua fresca y pura, que por hoy, la Eterna Ley no te exige nada más.

Preguntabas en tus quejas, qué es la humanidad que todo lo enloda, lo pisotea y lo maltrata, que nada comprende, que de las cosas bellas y grandes hace surgir inmundicias y locuras y vértigo.
¡Mi Reina!. . . Si tú entras en una leprosería ¿qué ves? ¿qué oyes? ¿qué sientes? Llagas infectas, gritos horribles, olores insoportables. Estamos en un mundo de enfermos, de lisiados, de contrahechos morales y espirituales, con el agravante que se creen perfectamente sanos y gozando de la plenitud de todas sus facultades, juzgándonos a quienes vemos y palpamos su gravísimo estado moral, como desequilibrados, como seres anormales, que vivimos de la quimera y del ensueño.

Nosotros somos la minoría, ellos nos centuplican en número: su pesada irradiación, sus groseras emanaciones fluídicas las horribles vibraciones de sus bajos y malignos pensamientos nos causan torturas, enfermedades y casi nos ahogan por asfixia. Pero si hemos querido sumarnos a la legión de los seguidores del Hombre-Luz., del Hombre-Amor, del Hombre-Maestro y Médico de almas, por fuerza de ley hemos de soportar las tinieblas, la ingratitud, la ignorancia y la enfermedad de los moradores de esta leprosería y casa correccional que no otra cosa es el planeta Tierra en su actual estado de evolución.